La radiografía se basa en el uso de rayos X.
Estos rayos se descubrieron a fines del siglo XIX.
Son un tipo de ondas electromagnéticas, al igual que las microondas utilizadas por los teléfonos móviles o la luz que percibimos con nuestros ojos. La única diferencia es su frecuencia: La de los rayos X es más elevada, y es justamente esta característica la que les permite penetrar más la materia.
Así, los tejidos que constituyen nuestros órganos absorben estos rayos en mayor o menor medida, y una simple película fotosensible posicionada detrás del paciente permite obtener una imagen fotográfica.
Esta imagen es la proyección sobre un solo plano de todos los órganos atravesados. De cierta manera, se pierde la noción de profundidad.
A las materias densas, como los huesos, se les llama radio-opacas porque absorben casi todos los rayos X incidentes. Por esta razón, aparecen en claro sobre la imagen.
En cambio, a los pulmones llenos de aire se llama radio-transparentes, ya que la baja densidad de los tejidos deja que pase la casi totalidad de los rayos X. Aparecen así en negro sobre la imagen.
Entre estos dos extremos, notamos que los músculos aparecen en gris obscuro y la grasa en gris claro.
La radiografía se basa en el principio de absorción diferencial de los rayos X por los tejidos. Su resultado son fotografías, en tonos de gris, que el médico podrá interpretar.
El aparato se compone de un tubo emisor de rayos X, una mesa de examinación y un receptor que contiene la película radiográfica.
Tomemos el ejemplo de una radiografía de tórax:
(…)
El paciente está de pie, con su pecho contra la mesa de examinación, la que se encuentra en posición vertical.
El tubo emisor de rayos X se ubica detrás del paciente. Proyecta una marca luminosa que permite posicionar correctamente al emisor.
Se le pide entonces al paciente que infle sus pulmones y se le somete, durante aproximadamente 1 segundo, a rayos X, para que se plasmen sobre la película radiográfica situada detrás.
La película entonces se retira y se revela como cualquier otra película fotográfica.
Pero notamos que, cada vez más, la tecnología actual tiende a substituir las películas radiosensibles tradicionales por sensores digitales.
El formato digital permite construir un banco de imágenes, las que se pueden consultar cuando se requiera o transmitir a un colega. Permite igualmente retrabajar la imagen para, por ejemplo, acentuar los contrastes.
Las imágenes son observadas e interpretadas por el radiólogo
• ya sea usando un negatoscopio
• o en una pantalla, si se trata de una imagen digital.
La información entregada por una radiografía es exclusivamente morfológica.
En esta imagen se pueden ver fácilmente:
• los pulmones, siendo el pulmón izquierdo más pequeño debido a la presencia del corazón.
• las costillas,
• las clavículas (…)
• e incluso los bronquios.
• Podemos también ubicar la cúpula del diafragma, la que separa la cavidad torácica de la cavidad abdominal.
Sobre esta otra imagen, observamos opacidades en los dos pulmones. Una opacidad es una zona radio-opaca, más clara que la región que la rodea. Corresponden en este caso a metástasis pulmonares.
En cambio, una región clara corresponde a una zona radio-transparente, más obscura que sus alrededores. Éste es el caso en esta radiografía de extremidad inferior, la que revela una fractura.
En ocasiones, se administra un medio de contraste, para mejorar el contraste de algunas estructuras que serían invisibles sin él. En este caso es para ver al esófago, el cual es difícil de distinguir de sus órganos vecinos.
Para ello, se le hace tomar al paciente una suspensión de bario, y se toman luego una serie de imágenes a intervalos regulares. Como este producto es radio-opaco, las imágenes revelarán primero el esófago, luego el estómago, y finalmente el duodeno.
Este examen se llama de radiografía del tracto gastrointestinal superior, o “seriada gastroduodenal”
La inyección por vía sanguínea de un producto de contraste a base de yodo permite visualizar estructuras muy finas como los vasos sanguíneos.
Así, para tratar un aneurisma en una arteria cerebral (es decir, la dilatación localizada de una arteria del cerebro), se hace una incisión a la altura de la ingle, en la arteria femoral, y se introduce un tubo muy delgado llamado catéter, el que se hace pasar sucesivamente por la arteria femoral, la aorta abdominal y la aorta torácica, para subir por la arteria carótida hasta el cerebro.
Se introduce entonces el producto de contraste.
(…)
El avance del catéter, en si mismo radio-opaco, es monitoreado en una pantalla de control.
El catéter se utiliza aquí también para tratar el aneurisma. Nos referimos entonces a una radiología intervencionista.
En esta secuencia se observa cómo el aneurisma se recubre con hilo de titanio, el que se enrolla sobre si mismo.
Se debe notar que los rayos X representan un peligro que no podemos subestimar.
Esta radiación puede producir alteraciones al ADN, dañando así las células. Pero todo depende de la dosis.
Como los efectos son acumulativos, aunque la dosis sea muy pequeña, se debe limitar el número de exámenes radiográficos y no deben ser prescritos para mujeres embarazadas.
El personal, quien se expone a un riesgo crónico, es por supuesto protegido. Al momento preciso de la irradiación, se debe ubicar detrás de una barrera de plomo, la que detiene la radiación.
Si se requiere de su presencia junto al paciente, debe portar guantes de plomo y delantal de plomo.
Los productos de contraste yodados pueden además producir reacciones alérgicas en ciertos pacientes.