Un imán crea una perturbación en todo punto del espacio que lo rodea, llamada campo magnético. Los imanes fueron por mucho tiempo las únicas fuentes conocidas de esta perturbación magnética.
La existencia de este campo se revela como una fuerza que actúa sobre ciertos materiales y sobre cargas en movimiento.
Un experimento a realizar muy simple consiste en esparcir polvo de limadura de acero en la proximidad de un imán. Cada grano de metal se imanta y, siguiendo su atracción mutua, se orienta siguiendo líneas específicas.
Estas líneas de fuerza son las líneas de campo. Ellas cartografían la perturbación magnética generada por las fuentes magnéticas presentes.