La noción de generación espontánea defiende la idea de que la vida puede aparecer espontáneamente a partir de materia no viva.
Ahora sabemos que sólo los vivos pueden engendrar a los vivos, pero los principios de la generación espontánea duraron casi dos milenios. La Iglesia defendió esta tesis, pero también están asociados a ella grandes eruditos como Demócrito, Aristóteles y Descartes. Según ellos, la aparición de moho e insectos en los alimentos en descomposición es un testimonio de este principio.
Francesco Redi publicó en Florencia en 1668 su tratado Esperienze intorno alla generazione degl'insetti ("Experimentos sobre la generación de insectos"), en el que contradecía esta teoría, con el apoyo de experimentos. Respondió a todas sus críticas con mucha cautela porque no podía ignorar lo que había sufrido Galileo 50 años antes (quien fue acusado de herejía en 1633).
A pesar de sus descubrimientos, los científicos y el público siguieron creyendo en la generación espontánea. No fue hasta la obra de Pasteur a mediados del siglo XIX que se refutó esta teoría y se validó la existencia de gérmenes y microorganismos.