En un ojo "normal", es decir emétrope, los rayos luminosos, que son desviados primero por la córnea y luego por el cristalino, convergen hacia la retina. El iris limita la entrada de luz, haciendo variar el diámetro de la pupila. Las células nerviosas de la retina transforman esta luz en impulso nervioso que va hacia el cerebro vía los nervios ópticos. La zona óptica del cerebro, analizando el impulso nervioso, reconoce el objeto.
- La visión de lejos: para que un objeto sea visto claramente, su imagen tiene que formarse en la retina y sobre una pequeña región cercana al eje óptico que se conoce como mancha amarilla, que contiene numerosas células ópticas. El cristalino se utiliza muy poco en la visión lejana pues los rayos de luz llegan casi paralelos y la refracción causada por la córnea es suficiente para proyectarlos en el fondo del ojo. Durante el reposo, el cristalino está tenso y toma una forma fina y elongada: no hay acomodación.
- La visión cercana: en cambio, los objetos situados a menos de 6 metros, no envían rayos paralelos, por lo que la refracción es modificada. Para compensar esto, el cristalino se bombea, modificando la distancia focal (la distancia retina-cristalino es invariable). La superficie se vuelve más curva, así la luz es desviada aún más. Este ajuste de la forma del cristalino se llama acomodación.